domingo, 20 de abril de 2008

Escena 1

Una cesta llena de hilos, de bobinas de hilo de todos los colores y tamaños.

Una sala grande. O mejor, si se puede, un espacio abierto lleno de árboles en flor. ¿Y por qué no se iba a poder? Hay más árboles en flor en el mundo que salas espaciosas ;)

Ropa cómoda, mentes frescas, ganas de jugar, de descubrir, de vivir. O no. Porque de todo hay y puesto que existe también puede estar.

No sé cuantas personas, cuantas más, más espacio será necesario y más largas tendrán que ser las bobinas. Puedes traértelas de casa, si crees que algún hilo te identifica más que otro o si estás cansado de alguno que quieres que se acabe ya…

Pero eliges una.

Cada cual se coloca en un extremo, aunque puede haber más de uno juntos, no importa. Podría ponerse música, podría leer alguien algo, se podría hablar, se podría gritar, se podría bailar, se podría no hacer nada, se podría hacer de todo. Porque todo está permitido.

Y comienza. Sin avisos, cada cual a su manera. Unos rápido, otros despacio. Unos de lado a lado, otros por la periferia. Unos preocupados de hacerlo bien, otros enfadados porque no acaban de entender de qué va todo esto, unos imitando, viendo otros hilos correr…

Y unos y otros, cada cual a su manera, van entretejiendo la telaraña, casi sin querer. Sin explicar nada a nadie, sencillamente ocurre. Unos hilos se entrecruzan, otros ni se tocan. Por arriba, por abajo… Acaba siendo una vorágine, una fiesta, un infierno… para cada cual será algo diferente.

Quizás se rompa algún hilo. Y habrá quién sienta que se le ha acabado el juego. Habrá quien le hará un nudo y siga cantando..

Y así hasta que a unos y a otros se nos acabe nuestra bobina.

Y nos quedaremos en el sitio, sentados, tumbados, contemplando como cuelga el final de nuestro hilo, con un pequeño tubo de cartón o de plástico inerte en nuestra mano. Lo soltaremos y miraremos, lo miraremos todo.

Hasta que poco a poco el bullicio que nos rodeaba va terminando también.

Silencio.

Y sobre nuestras cabezas la telaraña, nuestros hilos entretejidos. La historia. Al final resulta que todos los hilos se tocan, en uno u otro momento, queriendo o sin querer, todos están conectados. Empiecen donde empiecen, acaben donde acaben, sean como sean.

Silencio.

Y sobre nuestras cabezas una colorida, enmarañada y condenadamente hipnótica metáfora en forma de telaraña de colores.

(Inspirada en la danza Dueto que nos regalaron a todos Filipa e Idoia ayer en el Artium)